«Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho.» Jn.14: 26.
¡Bendita promesa! El Señor nos tiene por dignos de conocer todas las cosas (1Jn.2:20 y 27), pero no todas las cosas que caprichosamente queramos averiguar, sino todas las cosas que de verdad necesitamos conocer. Yo bendigo a Dios porque todavía en la iglesia se manifiesta el don de profecía, y éste nos es dado para nuestra edificación.
San Pablo recomendó a los corintios que, entre los dones espirituales, procuraran preferentemente el don de profecía.
«Seguid la caridad; y procurad los dones espirituales, mas sobre todo que profeticéis.» 1Cor.14:1
Esto da a entender que la búsqueda, el esfuerzo, el interés que tengamos en alcanzar este don contribuirá a que Dios nos capacite y nos use con él.
«No menospreciéis las profecías», recomendó el mismo apóstol a los tesalonicenses (1Tes.5:20). ¿Quién será digno de recibir una bendición que desprecia? ¿Se deberá dar bastante a quien no quiera recibir poco? Hermanos, tengamos cuidado, pues tal vez alguno de nosotros sea hallado despreciando las revelaciones y mensajes que Dios, por misericordia, está dando a su pueblo en este tiempo.
«¿Dónde están ellos, Señor? ¿Cuándo lo sabremos?» Preguntamos todos. «Donde yo los tengo. Cuando el tiempo llegue». Es la respuesta. Pero no debemos pensar que tales mensajes son imprecisos o dudosos, o que después que se sepa donde están los desaparecidos no es gracia que Dios nos lo revele. En todo el tiempo que Jacob sufría, dando a José por muerto, no tuvo una palabra de Jehováh referente a José; mas cuando sus hijos llegaron y le dijeron: «José vive aún», Dios le apareció de esta manera:
«Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y le dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque yo te pondré allí en gran gente. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver: y José pondrá su mano sobre tus ojos». Gén.46:2-4.
Era Jacob fiel profeta. Sabía Dios el lugar donde El estaba usando a José, pero no lo quiso revelar antes de tiempo para que no se estropeara el hermoso plan que con José tenía.
«¿Restituirás el reino a Israel en este tiempo?» Preguntaron los discípulos a Jesús resucitado. La respuesta pudo haber sido: «Sí», o «No», pero el Señor les dijo: «No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad». Hech.1:6 y 7.
Pedro: «Lo que yo hago, tú no entiendes ahora; mas lo entenderás después» Jn.13:7.
No menospreciemos las profecías porque éstas no satisfagan nuestra curiosidad. Apreciemos, agradezcamos lo que de Dios recibimos, y así nos estaremos haciendo dignos de mayores revelaciones proféticas.
Spmay. B. Luis, Camagüey, 1967
|